sábado, 6 de marzo de 2010

II— El barrio Sonkoy

En el capítulo anterior: 1— Saldívar y el Flaco

Una pareja de halcones peregrinos anida en el pararrayos de la estación de servicio. Cuando amanece y cada atardecer, el macho acostumbra sobrevolar el barrio a baja altura. El barrio Sonkoy ofrece un cielo fácil: no hay edificios, muy de vez en cuando puede verse alguna construcción de dos pisos, el resto son  sólo casas bajas. Los fresnos y sauces ganan altura y sobresalen por encima de los techos. En su vuelo, el halcón peregrino disfruta los manchones verdes de la copa de los árboles, juega con los reflejos plateados de las chapas de algunos techos y se cuida de no bajar. Es que desde abajo el panorama no es tan puro. Alzando la vista desde cualquier esquina, se impone la maraña de cables que atraviesa cada calle, tajeando el cielo a contraluz. También se recortan, en negro sobre azul, las varillas de aluminio dobladas de las viejas antenas de TV rotas por el viento y el desuso. Aunque ahora, cada tanto, pueden verse las antenas satelitales, redondas, futuristas para el contexto.

Sonkoy es la barriada popular más grande del municipio de Independencia. Hace 20 años fue una ocupación ilegal sobre la que se armaron casillas precarias, después fue un asentamiento, y finalmente se convirtió en barrio. Ahora sus casas son todas de material. Las paredes, muchas sin reboque, ofrecen un muestrario de los ladrillos más diversos: los comunes, rebocados al frente o desparejos en alguna pared secundaria; prolijos ladrillos de canto más allá, para ahorrar; los huecos de color naranja o los más reforzados bloques de cemento gris.

La Sociedad de Fomento “Sonkoy”, frente a la plaza, fue pensada para un destino de grandeza que aún no alcanza. Sobresalen de la losa que hace de techo los fierros de las columnas de un primer piso que nunca llegó a ser. Retorcidas, oxidadas, esas varillas de fierro asomando al aire como paja reseca sólo sirven para resaltar el proyecto inconcluso, los anhelos truncados. La pintura del frente no respeta los detalles: termina, desflecada, centímetros antes del marco de la puerta; cae, escurrida sobre la vereda, sin zócalos que le marquen límite. Con cada tormenta su tonalidad verde agua se lava un poco más.

Con el tiempo las calles de tierra lograron el mejorado asfáltico. Entonces Sonkoy se ganó, definitivamente, el status de barrio y dejó la más despectiva denominación de villa para la parte baja, una zona lindante que, expuesta a las inundaciones, quedó deshabitada durante los primeros años. Allí, tiempo después, llegaron a hacer sus casillas los más pobres entre los pobres. En la villa el paisaje es de madera, chapa y chatarras. Las calles, transitadas sólo por carros tirados por caballos o bicicletas, siguen siendo de tierra y levantan polvareda o se embarran hasta el absurdo los días de lluvia. En la parte baja se refugian los ladrones de la zona, se desarman autos robados y, cada tanto, se balean con la cana o entre sí los pibes chorros, adolescentes sin futuro, pero sin un futuro demasiado inmediato: directamente sin presente.



III- "¿O resulta que ahora somos todos santitos y nos escandalizamos de la política, eh?"


7 comentarios:

  1. mmmmmmmmmmmm..........

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  2. esperando el proximo!

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  3. hey ni hay mas???
    espero.....

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  4. Bien, que siga! Muy buenos los dibujos, de quien son.

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  5. Muy bueno loco, al fin una respuesta de base a tanto *relato conurbano*. Espero con ansias la próxima entrega!

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  6. Diego, las ilustraciones son del Turco, un grosso, a ver para cuando el blog con tu obra gráfica Turco!!

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  7. esto es más naif que Paulo Coelho...
    otra cosa no le robés más a García Marquez con Macondo

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